31 marzo 2011

SOUTO DE MOURA, PRITZKER 2011








Desde hace unos cuantos años, Souto de Moura entraba en nuestras quinielas particulares cada vez que se acercaba la fecha del Pritzker...y por fin se lo han concedido!. De él hemos visto exposiciones, conferencias, firmado libros y hasta hemos compartido copa de vino..un premio merecidísimo a un gran arquitecto que nunca levanta la voz y que es un fiel exponente de la calidad arquitectónica que hay en nuestro querido pais vecino.
Nuestro homenaje va dedicado a modo de contraportada de aquel libro suyo que se editó en 2003 y que nos acompañó durante muchos proyectos..
..."A ambos lados del muro
Delfín Rodríguez

La editorial Electa acaba de publicar un volumen sobre el portugués Souto de Moura con el que sus autores, Antonio Esposito y Giovanni Leoni, reconcilian la buena arquitectura con la nostalgia de las imágenes.
Así, como un refugiarse en la arquitectura como oficio, como materia del espacio y del construir, de las cosas y del habitar, entiende Souto de Moura (Oporto, 1952) su quehacer, atento a «la inaudita nostalgia de las imágenes», en la que W. Benjamin encontrara un rincón de «sombras breves», texto bellísimo e inacabado que como los edificios del arquitecto portugués parece estar siempre escribiéndose o construyéndose. Aunque es menos conocido, pertenece a una poderosa e influyente trilogía de arquitectos del vecino país –la constituida por F. Távora, A. Siza y el propio Souto de Moura– que algunos han querido identificar con una supuesta escuela de Oporto y en la que se niegan a ser identificados, por mucho que en esa ciudad hayan levantado edificios memorables y que habiten en el mismo estudio, tres casas de artista reunidas en una construida por el propio Siza, en la rúa do Aleixo. No es la primera vez que esto ocurre. Ya Ledoux proyectó una para dos amigos artistas inseparables.
Filigrana invisible
Y, ciertamente, una especie de filigrana casi invisible vincula la obra de estos tres arquitectos, aunque sus poéticas individuales sean también muy diferentes. Pero una sombra breve cruza por sus arquitecturas como hecho constructivo, como luz, como geometrías levemente fluctuantes, rectas, pero menos; claras, pero suspendidas, como si todo el oficio residiese en pensar los detalles, en leerlos mirando la memoria de otras arquitecturas. Además, a Souto de Moura le gusta Tàpies, Mies o Rossi, pero también Le Corbusier y, sobre todo, los muros, las ventanas y las puertas, lugares o cosas que se alzan sobre el suelo, o lo sobrevuelan, como lienzos y vacíos en los que depositar la luz y cobijar los espacios, los de fuera y los del habitar, los de las cosas y su preciso lugar plástico. De los muros, dice que «hoy son trozos de piel, materia necesaria para cualquier operación plástica. Los muros hoy están desapareciendo, son una especie mineral en vías de extinción» y reclama su permanencia, su recuperación, porque son «nuestra casa». Sabe que Italo Calvino hizo decir a su barón rampante que cuando se levanta un muro siempre hay que pensar en lo que queda fuera. Souto de Moura lo hace, pero también en lo que aparece y se revela dentro, en lo que guarda el muro, en los rincones de sombras breves de lo interior. Por eso ata muros y volúmenes a la luz, al paisaje y se cuida con mimo de las ventanas y las puertas, de los umbrales, de los lugares de transición de la luz y de las sombras. Sabe que Benjamin, en el texto mencionado, había escrito que la luz del mediodía empuja a las sombras hacia contornos netos, precisos, y así levanta muros y arquitecturas, cuidando la piel, la textura, su materia.
En beneficio de la transparencia
Ocurre en muchas de sus casas, convencido de que siempre está construyendo la misma, su idea de la casa, atento a los materiales y a su capacidad de ordenar la arquitectura, siguiendo sus consejos, midiendo el espesor del muro, sabiendo que es como un velo de niebla, como si la arquitectura aún necesitase del «aura» que es habitual considerar que ha desaparecido, que debe desaparecer, en beneficio de la transparencia, de la desmaterialización, de la indiferencia ante el paisaje o la geografía, de la libertad para la técnica, mientras que al arquitecto portugués la reclama para el hombre y el habitar, empezando siempre de nuevo, sabiendo que la ventana o la puerta son el lugar de la penumbra, el verdadero lugar del oficio del arquitecto y de la arquitectura, en el que también puede intuirse el material de construcción que soporta la piel de la arquitectura. Casas como la de la Quinta do Lago (Almansil, Algarve, 1989), o la de la travessa do Souto (Moledo do Minho, Caminha, 1998), o la de Serra de Arrábida (Setúbal, 2002), entre otras muchas obras, nos sitúan con claridad en su poesía de arquitecto de oficio, incluso cuando deja suspendidos, en la profundidad del aire, los muros, incluidos los interiores, como en la Galería de Arte de la Praça de Lisboa (Oporto, 1993). Para explicar a Souto de Moura, Antonio Esposito y Giovanni Leoni han hecho un libro bellísimo, editado por Electa, que nos reconcilia con la arquitectura, con la nostalgia de las imágenes."

Felicidades, Eduardo..